7.5.06

En Río Tercero, los mártires de Chicago trabajan en el Matadero Municipal

1º de mayo según pettoruti

Cómo es que se llama Auguste Spies, él, como sus compañeros, tiene dos, tres, mil, millones de nombres, acá en Río Tercero tiene otro nombre y trabaja en el matadero. Él estiba las medias reses que tanta ganancia dan y a él solo artrosis en la vejez.
Como se llama Albert Parsons, acá en la ciudad de tantos inmigrantes italianos hambrientos, como bolivianos actuales, tiene otro nombre, trabaja en el matadero. Desposta las medias reses que si enriquece a alguien, no es a él precisamente.
Como se llama Adolfo Fischer, acá en donde el boom sojero gasta sus ganancias en mansiones y camionetas, el tiene otro nombre y trabaja en el matadero, un trabajo que es de noche porque las carnes a la mañana temprano ya tienen que estar repartidas. ¿Sabrá como crecen de día sus hijos?
Como se llama George Engel, en el Río Tercero que se formó con colonos gringos y muchos, muchos peones, se lo conoce con otro nombre. El también estiba medias reses, su espalda se dobla a pesar de la baquía. ¿Qué será de su vejez?
Comos se llama Louis Lingg, en esta ciudad que también tiene a los pobres tan apartados, el vive en Montegrande y su nombre es otro y trabaja en el matadero, une esas terrible distancias en una pobre bicicleta, a él lo tienen en negro.
Como se llama William Holmes, acá en la ciudad que se proletarizo aceleradamente en los cuarenta, otro es su nombre, quizás entro a la Fábrica Militar, pero hoy trabaja en el matadero y se encarga de matar los animales, con cada golpe mortal, el piensa, que es contra su destino, una hernia de disco que le arrincona el futuro.
Como se llama Samuel Fielden, acá en la ciudad del tercer río, como contaban los genocidas conquistadores, el Ctalamochita; el estado lo inscribió con otro nombre. El se encarga del cuero, que tantas riquezas deja a los que se lo apropian y lo exportan como “cuero argentino”.
Como se llama Oscar Neebe, acá en Río Tercero donde se ahogan tantas voces, el trabaja en el matadero, se desloma por dos pesos y mientras - como decía un poeta - nunca suficientemente quemado - las "vaquitas son ajenas".
Se acerca el primero de mayo y me entero que en mi querida y proletaria ciudad, hay obreros que luchan, resisten, no claudican. Me informo como puedo. Agarro la mochila, me subo a la bicicleta y bajo por la Bolívar.
La calle Bolívar en las vías cambia de nombre y pasa a llamarse San Pedro, es una calle linda, en las medias mañanas otoñales no tiene sombras, y es excitante para hacerla en bicicleta, en su recorrido hacia el río, es una bajada pronunciada, de barranca urbanizada, pero hay que hacerla con buenos frenos porque la velocidad que se despliega lo hace pasar a uno de la alegría a la desesperación, porque, hombre y bici se transforma en un bólido descontrolado. Llegando a la altura del convento de las “hermanas”, la velocidad adquiere niveles de paroxismo, pero la experiencia me dice que llegando al ex frigorífico “La Cumbre” se ralentizará el andar y ya uno se podrá concentrar en el motivo que me trae a los arrabales de la ciudad.
El fin de la San Pedro se consigue pronto, termina el asfalto, - ¿acá terminará el radio de protección del santísimo también? - hay que doblar a la derecha, ya la calle demuestra, por su abandono, que la clase media no la transita, pero si es itinerario de los obreros, los de la curtiembre, el matadero, la cooperativa, y por supuesto también todos los trabajadores que viven en Magnasco y los Algarrobos. Su estado, el de la calle, es calamitoso. La bici, la misma que usan estos proletarios riotercerenses, que unen sus moradas y sus trabajos día a día, salta, da respingos, del tipo de un potro en una jineteada, causados por las enormes piedras sueltas, los pozos, zanjas y huellas profundas que marcan el declive del camino, con el cual, se abandona a san pedro.
Los olores denuncian que llegamos a una zona de alta concentración fabril, la curtiembre que denota un gran crecimiento, amparado en la terrible baja de salarios divididos por tres y un producción multiplicada por el espejo de esa cantidad, mientras la contaminación acá es gratis, … solo para los patrones.
La basura a la orilla del camino evidencia que los servicios públicos le tocan menos a esta parte del mundo. El paisaje me transporta, como el camino cuando lo termine, a la realidad. Yuyos ya quemados, áridos, por las pocas lluvias en esta época; bolsitas de nylon hechas jirones por el viento, enganchadas en las ramas de los espinillos y matorrales desparejos; pedazos de autos oxidados arrumbados a la orilla del camino; gallinas sueltas que explican como se pelea en estos lados contra el hambre; pañales hechos jirones por perritos que le ponen su existencia abundante al paisaje de la barriada; escombros; basura; en fin, un paisaje muy distinto al césped parejo y lindo, de la reinvertida con varias decenas de miles de pesos, Avenida San Martín, el paisaje de los que viven o tienen sus oficinas en el centro, o frecuentan sus bancos , o sus bares a jugar el juego de la política, en fin, para tranquilidad de muchos, la San Martín es mas linda que los suburbios de Magnasco o los Algarrobos.
El camino, acá, copia el recodo que da el río, el último tramo de la “media luna”, que inspiró la copiosa imaginación de nuestro propio terrateniente, para bautizar la estancia, que su devota fe lo hacia olvidar que antes tenía sus verdaderos dueños, pero eran infieles, los invisibles comechigones.
Pero atención, grandes señores, ellos, nuestros hermanos masacrados, al igual que los mártires de Chicago, están esperando su tiempo.
La acuífera curva de nuestro fiel amigo, obliga al camino a serpentear acompasado y desembocar de golpe en el fabril vecindario. Sabemos que la ubicación no es casual, las fábricas necesitan el río para descargar sus desechos mórbidos, y las tierras desvalorizadas de alrededor empiezan a cobijar a los más débiles de la sociedad, los terrenitos son baratos, y las casitas que se yerguen son humildes, están sin terminar, están todas hechas a pulmón, tienen la dignidad de los luchadores, …si, en este barrio moran los ajusticiados en 1887, por la horca patronal.
Al reparo de un paredón alto que del otro lado contiene la faena de cueros de la curtiembre, se encuentran treinta obreros, los amontona un incipiente frío, el de los últimos días de marzo, aunque Córdoba es indulgente en otoño, hay mucho sol, no hay humedad, entonces el frío se hace llevadero, escondiendo las manos, una buena bufanda, un fueguito que además usan para el mate, y la ayuda del sol, hace un ambiente, piola, obrero, solo falta para mas tarde la falda – ese corte de carne barata, que asada, es un manjar en las parrillas obreras de esta zona de la argentina.
Son treinta, quieren cobrar los sueldos que le adeudan, ven llegar de lejos a los que vienen, como yo, mi bici hace mi llegada más lenta y anunciada.
Son treinta y están Luchando.


Cuando los obreros lucharon en Chicago, en 1886, quisieron los que mandan, cobrarse con sangre trabajadora, la osadía de pretender trabajar ocho horas; hoy el castigo es otro, pero duele mucho, es estar sin trabajo, es el hambre de la familia, de los hijos, es condenar a sus niños a no estudiar.
Es jodido luchar, por eso cuando me acerco a ellos lo hago desde el respeto y la humildad, lo mismo ellos son receptivos, son huraños, pero entienden que si más se conoce de ellos, mejor. Entonces son muy comunicativos, como les sale, necesitan que se conozca su situación.
Les digo que mi interés es que se conozca sus puntos de vista, hacerlos conocer por otro laburantes, porque eso, hasta ahora, no ocurre. La mirada de los trabajadores en Río Tercero, no se tiene en cuenta, en los artículos de nuestros intelectuales, en el mejor de los casos, solo se menciona al pasar, ocupan solo el último párrafo, de lástima, casi invisible. Invisible para los que dirigen.
Les hablo de internet, …me doy cuenta de la pobreza de mis argumentos, estoy a años luz del poder de comunicación del canal de televisión, del diario la Voz del Interior, del diario Tribuna, de la radio LV26, de la radio FM Láser, de la radio FM Sol, de la radio FM Centro. Esta otra voz, la que pretendo distinta a la unilateralidad dominante, la que amplifique el reclamo de los trabajadores, no llegará ni aun céntimo, ni a una millonésima parte de los que esos medios podrían. De manera que pensé: si se ríen a carcajadas y se dan media vuelta, siguiendo con su rito matero, estarían plenamente justificados, pero no, son respetuosos, algunos de ellos todavía no saben que es internet, pero se mueven en un mar de imposibles como yo, son mis hermanos, y aunque sepan o intuyan de lo precario de mis intenciones, lo mismo me describen la situación.
Me explican que los dueños anteriores de la empresa “Carnes de Ctalamcochita” eran unos “sinvergüenzas”, las condiciones que llevaron a la clausura del matadero por parte de la Secretaria de Agricultura provincial, fueron denunciados con mucha anticipación por ellos y desoídas permanentemente por las autoridades municipales, que en realidad ampararon a la concesionaria anterior, además me comentaron que la firma incumplidora, tenia vínculos hasta familiares con los políticos oficialistas – un concejal de la mayoría radical -, me dijeron, que le tuvieron que hacer un piquete al intendente, porque su situación era ignorada por las autoridades y consiguieron que los integraran a una comisión por la cual elegirían al nuevo concesionario, para explotar las instalaciones - y desgraciadamente también su trabajo - además, y sobre todo, consiguieron con su lucha, que le pagarán parte de lo adeudado.

Un candado en la puerta del Matadero, una lástima, una foto tan descriptiva, pero le faltan las personas, ¿cuando los obreros podremos tener nuestros propios fotógrafos?, gracias lo mismo al fotógrafo de la Voz.


Mientras tanto, yo, no podía dejar de aprovechar su buena predisposición al diálogo, y les plantee, si no habían pensado de tomar la explotación en sus manos, las instalaciones son del pueblo, y entre todos, exigiríamos a la municipalidad, que capitalice a la empresa, para que vuelva a producir. Si de todas maneras, había producido así hasta esos días, porqué no lo haría hasta que mejore todo. Les expliqué que la experiencia de tomar las fábricas por los mismos trabajadores, se llevó a cabo en varios puntos del país, como en Zanon, Brukman, Clínica Junín, aquí en Córdoba, la panificadora Grissinipolis, imprentas, metalúrgicas, etc.; aparte, los hechos les daban la razón, porque ellos, como expresaron por varios medios, habían denunciado la falta de higiene con que comíamos la carne en Río Tercero, cosa que los organismos de la Municipalidad nunca vieron, o les pagaran para que no vieran, lo que demuestra, por sí sólo, que el control de los trabajadores, sumándole el de los consumidores es la única salida a la barbarie del abuso hecha por los contaminadores. Podría buscarse una ecuación cooperativa autogestionaria por los trabajadores y los consumidores, con la protección legal del estado, donde las ganancias, que son fabulosas en este negocio, como se puede ver a nivel nacional, queden para los que laburan y para la misma ciudad.
“Flaco”, me dijeron, “nosotros queremos estar en la ley”. Los compañeros de esa manera me expresaron que sus tiempos son otros, yo los entiendo, su tiempo es mi tiempo.
Si uno los observa, mientras la charla amaina, se los puede ver nerviosos, miran intranquilos para adentro del matadero, a estos sufridos trabajadores de la carne, no dejan de bombardearlos con los discursos dominantes como: "este trabajo – opinan, con una lógica vegetariana, llamativa - ya es caduco"; hasta el nombre, de matadero, le niegan; "trabajan ahí" - escriben con erudita impunidad - "por una magnanimidad de los que pagan impuestos", “malgastar, el dinero de los tributos, de los abnegados ciudadanos, para mantener un matadero municipal” – les falta decir que la “gente honesta mantiene vagos” y se cierra el discurso, clasista al revés, que encubre ese tipo de mensajes.
Nos quieren hacer creer, a pesar de todo lo acontecido, que todavía es tiempo de las privatizaciones - las neuronas de Neustad, un tanto pestilentes, que la historia revoleó, por lo menos un lustro atrás, están cayendo recién ahora por acá y nuestros periodistas se las ponen presurosos, de no creer. Obscenidad.
Obscenidad.
Obscenidad, la primera fue la que ensayo el intendente, al querer usar a los sufridos obreros, para legalizar sus fechorías, como son, la terrible ineptitud y corrupción por la cual mantuvieron el anterior locatario, inclusive repetidamente denunciado por los obreros.
Obscenidad en el oscuro mecanismo por la cual se adjudicó el matadero a una empresa fantasma, de nombre de fantasía, con una auto garantía, en un rosario de irregularidades, lo que demuestra que para estos decadentes, las irregularidades son pan de cada día. Pusieron a todos los obreros, a que con su presencia obligada, avalaran la decisión del ejecutivo municipal, coercionándolos con el sueldo, o sea el pan de sus hijos, vil patraña hecha a la luz del día, por eso la obscenidad, que ningún sesudo analista osó denunciar.
El paroxismo de caradurés, de la administración municipal, llegó cuando incitaron a los pobres laburantes, a tomar la planta, cuanto desprecio, los muchachos pasaron el frío advenimiento de mayo, bajo un paupérrimo tinglado, mientras “el lord mayor” ensayaba en la plaza un acto reeleccionista, al compás de las chacareras blancas, de Carabajal.
Obscenidad, puestas en escenas. Ya a esta hora, afortunadamente – 6/05/06 - los compañeros están en casa, y si bien los usaron coercionadolos abierta y públicamente con el sueldo como lo hizo el Dr. Martino, el hecho, la toma del matadero, sirvió para que el ejecutivo se sacara su antigua aliada de encima, que lo había metido en un brete sin salida, si no fuera por los obreros, que al tomar las instalaciones, obligó que la justicia tomara acción lo que convirtió la posesión precaria de los antiguos locatarios, en letra muerta. Echar a la antigua empresa era imprescindible para los trabajadores, pero no es óbice para denunciar lo anterior.
Obscenidad. El juego de la “gran política”, que negociaron con la necesidad de los obreros, cubriendo los desaguisados a cambio de puestos en el gabinete, cambiando votos en el consejo por cuotas de poder, pero ese juego es tan ridículo como una obra de teatro sin espectadores, el público se fue señores, sobre todo desde diciembre del 2001, quedaron los actores principales y los de reparto el resto no nos creemos sus patrañas.

22.4.06

En Río Tercero, el tránsito, reproduce cada una de las injusticias de esta sociedad


Todo aquel que sabe que el tránsito constituye un verdadero problema, y aparte de estudiar y observar, se dedicó a escuchar, tanto, las opiniones más “sesudas”, de los que siempre tienen algo para decir - opinión publicada y pública – como la de los funcionarios que frente a cualquier exigencia, se quejan de la realidad como si ellos no gobernaran y no tuvieran responsabilidad de mejorarla, tiran ideas como si fueran escolares; desde ahí, sólo se encontrará decadencia.













Interior de colectivo del transporte urbano riotercerense,
de insuficientes recorridos y unidades

Los que mandan, sus epígonos, sus escribas, y sus gerentes – entiéndase funcionarios públicos – parece ser que están imposibilitados de ver hasta lo más escandalosamente evidente, inventan las más disparatadas medidas, y finalmente terminan en un lugar común: hacen pagar a los más débiles, sus terribles incapacidades.
Como cuando para “solucionar los males de la juventud”, mediante comisiones, decretos y ordenanzas, se mandó a los jóvenes a dormir a las cinco de las mañana. La ineptitud de sus hallazgos queda evidenciada con ellos mismos, sus principales fechorías las hacen en horario “decente”, en horario municipal.
Siguiendo con el tránsito, sólo hace falta bajarse de la vorágine urbana y subirse a la vereda, para tener otra perspectiva. Reflexionar con mínimos paradigmas modernos – que tengan que ver con la ecología (impuestos a los CV / personas transportadas), estrategias de transportes comunitarios, impuestos a los lujos innecesarios (no se puede cobrar el mismo impuesto a la “chatita” del albañil que a los cuatro autos de una familia acomodada), puestos de laburo dignos (puestos de trabajo a los remiseros, para reemplazar los remises, por transportes públicos económicos, limpios y eficientes), derechos para los más desprotegidos (infraestructura para ciclistas), obligaciones para los más poderosos (que los supermercados hagan trasbordo de cargas, que las fábricas químicas paguen un peaje coherente con las ganancias que evaden) – y llegar a conclusiones, que, las más rápidas, demuestran que lo que pasa con los que manejan la sociedad, es que la historia se los esta tragando. Son reaccionarios hasta en las nimiedades.
Lo primero que salta a la vista, con la problemática del tránsito urbano, son las injusticias: camionetas 4x4 de 150 CV, paseando, alardeando – me pregunto cuanta sobrevida le dio a la ideología capitalista, individualista, el automóvil, este, refuerza el ego, tanto tenerlo, como toda una vida aspirándolo - y el resto de las personas, que andan por las calles, deslomadas trabajando, mayoritariamente mujeres de barrios periféricos, en ciclomotores desvencijados, inclusive, acarreando, niñitos menores de edad entre la infernal maquinaria automotriz; remiseros luchando contra el reloj para estirar los 30 pesos que pueden hacer por día; ciclistas cargando el cansancio de un día laboral malpago, que van a la buena de que no venga un loco y los arrolle; obreros que son transportados en cajas de camiones, como es el caso del rastrojero de la Municipalidad, la camioneta Peugeot de espacios verdes de la misma Municipalidad o como en el reciente accidente, en el cruce del Quebracho, cuando una Camioneta F100 se dio vuelta arrojando e hiriendo a los trabajadores, de Río Tercero, transportados como ganado, violando la ley de transporte, además pasando por los puestos de gendarmería y la policía sin que nadie lo corrigiera (La voz del interior on line, zona centro 15/04/06); y peatones.. caminantes que antes de salir a la calle tienen que hacer una plegaria para poder llegar sanos y salvos a sus hogares. En fin, las calles de Río Tercero son toda una estampa de la jungla maltusiana.
Una historia urbana, una historia que avanza desde la periferia, desde la invisibilidad.
Todas las mañanas, temprano, sale Gloria M. desde la casita de Barrio Montegrande, donde vive con sus padres.Ella es cajera del hiper.
Tiene un largo recorrido hasta llegar al trabajo, 65 cuadras.
Todas las mañanas a las siete su padre le pone en marcha el ciclomotor, porque anda mal y solo él tiene la maña. Quizás para el aguinaldo pueda meterse en unas cuotas.
Casi todas las mañanas sube su hijito, Ignacio, en la parte de atrás de la moto, porque ella trabaja sábados y domingos, y Nachito, por supuesto, esos día no va a la escuela. Antes de arrancar, le pide encarecidamente que por nada del mundo se suelte. En el momento que lo abrigaba, se acordó que no pudo comprarle el libro que le pidió la señorita; ella no piensa en el amor de su vida que un día se fue, no, ya hace mucho que esos pensamientos no tienen lugar en sus urgencias. Ella cria a su hijito sola.
Todas las mañanas, Gloria, no piensa en el amor.
¿El amor será para otras clases sociales?, o dentro de los pobres, ¿sólo para los hombres?
Todas las mañanas, empero, le queda Nachito, que es todo para ella.
Todas y cada una de las mañanas, piensa, “si le pasa algo a Nachito, me mato”, controla que tenga bien tapadita la boca, porque respirar el aire frío puede agudizar su cuadro de alergia permanente, que sufre culpa de la polución incontrolada de las fábricas químicas.
Todas las mañanas sale con los minutos contados, primero tiene que dejar a Nachito en el cole, el Remedios de Escalada de Castagnino, que le queda cerca del laburo. Gloria, antes, vivía en ese barrio, alquilando una piecita, era más cerca del centro y le escapaba a los humos tóxicos fabriles, pero desde la devaluación, le subieron tanto el alquiler, que no tuvo más remedio que ir con sus padres a Montegrande.
Todas las mañanas a las 7 y 30 va llegando a la esquina del Atlético.
Excepcionalmente esa mañana, arteramente, agazapados, había toda una caterva de funcionarios, inspectores de tránsito, policías, apenas doblando por la Esperanza.
La detuvieron y con la prepotencia de los que mandan, le espetaron: ¡porqué no se había comprado casco!, ¡porqué no respetaba la nueva ordenanza sobre el uso de casco!, que hasta Atilio Díaz pide a gritos, y Bardella concibió con tanto esfuerzo. A esos nombres, ella no los conocía, pero la siguieron retando. A los negritos cuesta poco maltratarlos: ¡si no era inconciente de llevar a su hijito en la moto, y sin casco!, y no se cuantas cosas más. Justo una mujer, que era la que llevaba la voz cantante del regimiento controlador, la increpaba diciéndole que era una mala madre. Ella callo, no era la primera vez, en su trabajo le pasa seguido, su padre también le grita, pero no se compara como cuando vivía con el padre de Ignacio, porque además, éste, le pegaba.
Como todas las mañanas calló, guardó silencio, su sangre, la de nuestros hermanos originarios hace centurias que callan, pero ya les llegará la hora de gritar, Gloria, sólo quería zafar de pagar la multa, sus ojos imploraban, su salario es de 500 pesos, cobra en negro, los remedios para la alergia de Nachito le consumen una buena parte del sueldo, Gloria no quiere que él sufra las penurias que sufrió ella cuando niña.
A todo esto, a los funcionarios municipales muy indignados por ver una madre tan “inconsciente”, llevar a su hijo sin casco, les pareció poco, hacerle una multa por los 70 pesos, y como con desgano, le explicaron: que si cambia el recibo de la multa, en cualquier negocio céntrico, como a 60 cuadras de Montegrande, puede llevarse un flamante casco, Gloria miró de reojo el reloj, vio que le quedaban 5 minutos para llevar Nachito a la escuela y marcar en el hiper, sin perder el presentismo. Quiso decir algo, pero finalmente calló. Asintió todas las indicaciones que estos patriotas agentes municipales, diligentemente y desinteresadamente, le brindaban. Con sus urgencias y con una multa salió rumbo a su destino matinal.

Como todas las mañanas. La vida para los pobres es una Multa.

Hace cientos de años que su sangre, la de Gloria, calla. Si algo le pido a la vida, es poder estar ahí, cuando esa sangre estalle, cuando esas gargantas griten, griten hasta ensordecer a todos los opresores y sus servidores.

La nueva medida, de canjear multas por cascos, significa una renovada transferencia de dinero desde los más pobres, a sectores más acomodados, o al mismo estado, que es Hood Robin. Le saca a los pobres y le da a los ricos.
Que se pongan cascos los más pobres, cuestión necesaria pero no pun ible, no va a resolver el problema del tránsito.

16.4.06

El Ctalamochita antes daba vida, hoy enferma

Nuestro querido Ctalamochita
a la altura del balneario de Río Tercero


Nuestro río, el Ctalamochita, tien dos verdades, una en su historia y en su recorrido antes de llegar a la ciudad, y otra, opuesta, desde ahí, donde transpone el usufructuo fabril y urbano, ya es un arma homicida sedienta, paradoja por su acuosa entidad, de la salud de los más débiles.
Las fábricas que se adueñaron de sus aguas para limpiar sus procesos productivos, no por imprescindibilidad sino por bastarda mezquindad, han convertido sus otrora cristalinas aguas de vertientes serranas, en un líquido venenoso, una entidad tan amargamente ilusoria, porque aparenta ser un goce refrescante lo que en realidad es un líquido tan tóxicamente ineludible para los pobres, sin otras posibilidades - la COSP de Río Tercero hizo inalcansable llenar sus “pelopinchos”, poniendo precio de oro el consumo de agua de baja escala - en los tórridos veranos, mas sofocantes para los que su única propiedad son sus brazos, y muchas veces los tienen desocupados.
Este sino, le toco vivir a Sofía M., una niñita de Barrio Magnasco, que en esas siestas de verano, abrasadoras, donde los cuarenta grados castigan terriblemente las humildes casas, sin ninguna defensa a las pretenciones del tiempo. Procuró apagar ese fuego soleado, y con la alegría típica de los chiquitos de la barriada, que pagaría muy caro más adelante, osó bañarse en su propio río - porque es más suyo, que de los dueños de Atanor, Petroquímica, la Curtiembre y otros - el que baña un pedazo de su propio terruño, muy cerquita de su casa.
Pero esas aguas, no tuvieron lástima de esa ingenuidad, de ese grito vital que hace apenas 13 años pelea en una realidad tan jodida para los que vienen de bien abajo como ella, no tan “cándida”, como las delicadas hijitas de los que se adueñan de esas aguas para envenenarlas, o las de los mismos funcionarios que se adjudican el derecho de cuidar la salud de todos y resguardarnos de la rapiña de los empresarios, y lo único que hacen, es volver sus manos, para recibir la paga con la que son premiados sus “servicios”.
Esa siluetita, desguarnecida, quiso refrescarse en esas aguas traidoras. El encanto fresco y cristalino ocultaba la pósima que la voltearía, el Cromo de la Curtiembre.
Los desechos altamente contaminados vertidos a nuestro río, dominan las aguas a partir de ese lugar, que junto a la cobardía de los funcionarios de seguridad tanto Municipal como estatales de todos los grados, cubrieron cada milímetro de la frágil piel de Sofía, incubando un veneno que intoxica y enferma su cuerpito.
Debido al ocultamiento, poco sabemos de todos los intoxicados en nuestro querido Río Tercero, pero lo suponemos, lo intuimos, las aguas dañinas del río, el aire irrespirable a la madrugada, los árboles que se mueren, son un recordatorio de nuestra sentencia colectiva. Cada ciudadano deambula como condenado a muerte, necesita a su ciudad, si mas humilde mas atado.
Si, somos como condenados a muerte que no podemos gritar y acusar a los asesinos y sus complices, perderiamos nuestro trabajo, nos negarian el pan, nuestros hijos serian discriminados; seríamos doblemente envenenados, tambien por la segregación de los dueños de la “opinión”.
Un susurro parece surgir del silencio.
Algunos ciudadanos están haciendo circular un petitorio, que en cierta manera, abarca esta problemática, enfocado a denuciar y exigir que las Estaciones Monitoras del Ambiente - que tan costosas nos salieron, ya que se hicieron con deuda externa - sean menos inútiles de lo que han demostrado ser.
Desde aquí felicitamos a los vecinos que hacen circular este petitorio e invitamos a refrendarlo.
Río Tercero necesita que luchemos contra la contaminación y los que se enriquecen vilmente arruinando el medio ambiente.
Y para ello, como primera cuestión, hay que dejar bien en claro la principal mentira de esos asesinos: produciones bien limpias y ecológicas de nuestras fábricas, no van en desmedro del empleo, al contrario, generarían más, tan solo, reducirían un poco las espureas ganancias de los dueños de la produción y de la salud del ambiente comunitario, y en todo caso haría innecesario el sueldo de todos los mercenarios que ocultan la verdad, Río Tercero nada en un infierno polutivo, que agrede a todos, pero los mas débiles son los que pagan con su salud, como es el caso de Sofía M.

11.4.06

Río Tercero, ¿tiene otras voces?

Río Tercero, una ciudad entre cientos, miles, millones. Ocupando un espacio en la pampa húmeda cordobesa, con sus fabricas insignias donadas a la Argentina y arrastrada por el ritmo de nuestro mundo.
Río Tercero tiene voces, pero mas tiene gritos, gritos de los que no son oídos, gritos de los que sufren, gritos de los que no tienen mas posibilidad que desgarrar sus pulmones en unas fabricas, donde los que se desgarran los bolsillos con sus triplicadas ganancias son tan desconocidos, pero no pos eso dejan de marcar: el hambre de muchos, la contaminación de todos, como los emolumentos de los políticos que son sus gerentes.
Bertold Brecht se preguntaba porque no aparecían en los tratados de los eruditos, los nombres de los obreros que construyeron las pirámides, también siguiendo sus enseñanzas nos preguntamos quien registra las alegrías y penas de los peones que antes llenaron de alimentos la resistencia a los nazis y hoy se enferman produciendo el glisfosato que sostiene la revolución sojera (dirigida por el subcomandante Monsanto).
Si pudieran, estos, gritarían, ensordecerían a los veleidosos culturalistas riotercerenses, que solo transmiten y retransmiten el status quo de decadencia y que además de tan aburridos solo se convocan entre ellos.
Por el otro Río Tercero, por el de los peones, lo obreros, los de Barrio Monte grande, Parque Monte grande, los de Cerino, Sarmiento, Mitre, Magnasco, Sur, Castagnino, por las mujeres, las madres solas, los niños laburantes, los peones de albañil, los changarines, las cajeras de supermercados, los laburantes de supermercado, los de comercio, los metalúrgicos, los químicos, las enfermeras, los albañiles, los choferes de remises que no conocieron todavía un empleo en blanco, en fin a todos los oprimidos que no tienen posibilidad de ser escuchados, porque nosotros creemos que la cultura es la cultura de los hombres y la mayoría de los hombres son y están englobados entre los nombrados anteriormente, es que se tratara de pelear por otro discurso, por otro mensaje, por otra verdad, la de las mayorías silenciadas.